jueves, 16 de mayo de 2013

4. LA TEORÍA DEL CUENTO



El panal como dije se reproducía negerentrópicamente: los buenos eran acorralados, los talentosos vilipendiados, los negados apoyados y los bajitos ensalzados. Esto desarrolló un chiribguiteo de puta madre y un método rústico de pre constituciones de pruebas falsas, papelitos por aquí por allá, ya que el papel lo aguanta todo (aprovechando lo bien que creía escribir Churro tras el éxito de no me agobies botarate, pasaté por el camión o algo jardelianoponceleño así)... y acoses morales varios. 

Las abejitas solo tenían una opción para sobrevivir, ser los killers de Jon Smith Churro y La Moños Rumpelstiltskin, aunque solo se permitía ingresar en la pandi a los de corta estatura. De esta forma se evitan envidias y motines,  y además los nuevos ingresos no hacen sombra... había lógicamente problemas de luz. El sistema de premios-castigos y papelitos funcionaba. 

Ya tenemos pues la bruja, el referente viejuno y los killers, nos queda el villano tonto, que tenía que ser feo de cojones (porque si no sería un héroe), la caramelito para procrear y descuartizar luego y el hechicero listorro y completamos el pesebre maloso de la teoría del cuento.

Bien, mientras tanto, toda una saga de profesores y alumnos, que median mas del 1,40 estaban acojonados. Los demás se fueron dividiendo en killers, y víctimas, cuando no había víctimas habían sacrificios para estar entrenados, tipo Viven. 

Algunos osadillos con menos centímetros que el resto, en todos los sentidos, postulaban para el puesto de malo maloso que seguía vacante porque Churro no daba pa mas. A Churro esto no le preocupaba mientras el ponía la mano como cajero del culegio, y algo caía para el bolsillo.

Los altos huían despavoridos, las clases se habían quedado en mero paripé: 

- ¿Qué hacemos habrá que disimular?
- ¿Ponemos a Leyton que para eso es estandarizar a lo americano, menos no hay? 
- Bueno vale... 
- ¿Hace unos churritos con chocolate?
- Mejor con cola... es mas americano.
- Como Leyton.
- Sí...

Y así seguía el cotarro.



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